miércoles, 10 de octubre de 2018

Adoquinado. R


Serie: Regreso


Adoquinado
La calle empedrada tiene un brillo especial. Los adoquines grandes de granito de forma prismática con bordes redondeados dispuestos en hilera con el cuidado y habilidad de quienes saben apoyarlo sobre arena, y suelo muy asentado. Observábamos como la cuadrilla los levantaba con un barreta para amontonarlos en una pila para luego volver a usarlos. Admirábamos la destreza de aquellos hombres y deseábamos poder apisonar, como ellos, la tierra agregada en dónde se había formado el pozo. Poder hacer lo que ellos!
Se tiraba la arena, se apisonaba, y nuevamente la piedra era colocada una detrás de otra, empujando y arrimando, siguiendo las hileras, sin desviarse y conservando las alturas y el declive, con el nivel y el hilo del ojo diestro. Del granito recién colocado, humedecido, emanaba una luz especial, ya listos para que pase el tránsito nuevamente.
Hoy, algunos ignorantes quieren cambiarlos por el asfalto. “Es por el coche”, dicen. ¡Quién diría!. Hace años los autos se desplazaban sin problemas, pero los de ahora… Claro está que esos que los quieren sacar, pocas veces han caminado lento, por esas calles, observando el paisaje. Pocas veces han observado su textura, sus tonos y colores. Ni qué hablar de ese encuentro con las viejas vías del tranvía, la recta de la cuadra, la curva de la esquina.
Es que desde el auto, pocas veces es posible observar esa belleza.
JNB.

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