Serie: Regreso.
Arboles en la vereda
Calles
remolonas, con los árboles alineados en la vereda, en ritmo lento.
Algunos se han ausentado; han dejado la huella de su presencia en el
cuadrado del piso, en espera de un nuevo ejemplar para acogerlo.
Entristecen esos espacios vacíos que nadie llena; en especial, los
que como este, están frente a una vivienda. Es como si los dueños
de esas casas hubiesen perdido la ilusión de tener su sombra, de
estar acompañados por el canto de los pájaros, o de verlos crecer.
Ni siquiera han puesto una planta
suplantando al tronco perdido. Solo crecen unos yuyos encaprichados
por no dejar el hueco vacío. Como bocas hambrientas buscan una
esperanza en la madrugada, cuando la mirada de algún caminante
soñoliento los convierte en jardinera, o por la tarde, cuando la
imaginación abierta del niño los transforma en una extensa selva
tropical en donde se aventuran los descubridores, o en una isla en
dónde recalan los corsarios sedientos de riqueza, en búsqueda del
tesoro.
Y en algunos casos, la desidia los
convierte en basureros, una forma de afirmar su ausencia. Entonces, la muerte
recala en sus entrañas colmada de venganza, o de desprecio; irrumpen
las pesadillas ahogando el lugar con su olor nauseabundo, mientras la
ponzoña cría en su corazón desesperado el desasosiego.
De la administración municipal no se
puede esperar nada, en especial en lugares como éstos en que ni los
vecinos mas comprometidos mueven un dedo insistiendo a que los
burócratas puedan hacer algo para
que un nuevo retoño anide en el sitio.
JNB.
Dedicado a Rosita Ortiz, de Turdera