Podríamos
afirmar que éste es el lugar del silencio, en dónde los frailes
encuentran la atmósfera precisa para la oración, la meditación o
la sosegada conversación. En el siglo XVI recorrieron estos
claustros, frailes destacados como Melchor Cano, uno de los teólogos
mas importantes de su época; Domingo de Soto, teólogo principal en
el concilio de Trento, confesor de Carlos V, catedrático de la
Universidad; Domingo Báñez, teólogo y filósofo, uno de los mas
inspirados comentadores de Tomás de Aquino; Francisco de Vitoria,
creador del Derecho Internacional y defensor de los derechos de los
indígenas de América.
En
la galería alta se repite el esquema exterior aunque aquietado en
decoración; no están los medallones ni los antepechos llevan los
medios balaustres. Solo el repetido ritmo de los pilares con sus
medias columnas y los arcos de medio punto; un piso tranquilo y un
techo de simple viguería de madera.
Para
la mirada atenta queda la expresión de los capiteles ornamentados
con grutescos que requieren atención por sus distintos motivos;
hallamos ángeles, cornucopias, cabezas con cuerpos alados de águila,
de cabra, de perro, de león, acompañados de acantos, roleos, telas,
cabezas de variados personajes.
En
las esquinas los pilares se engrosan para acoger arcos escarzanos de
piedra; por el lado opuesto son recibidos por ménsulas apoyadas en
los muros.
El
ala Este se derrumbó en 1591, reparada poco mas tarde, parte de su
ornamentación fue sintetizada.
JNB