viernes, 14 de septiembre de 2018

En Colectivo (1) R

Serie Regreso

 
En colectivo (1)
 No podría llegar de otra manera. Baje del colectivo.

Este no estaba tan destartalado como aquellos de antaño, aunque también es bastante viejo. Lleva apenas un filete de color, lo que me llamó la atención.
Es inevitable recordar los de mi niñez, con fileteado en el capó, en los guardabarros, en la visera, en las puertas, abajo o alrededor de las ventanillas, y en la culata, en torno a las lunetas o en la puerta de auxilio. Me apasionaba observar los “monstruos”: cabezas de dragones con los cuerpos que se iban deformando, o con alas, cola de serpiente, patas de felino, lengua bípeda, lanzando fuego por la boca. Quizás, un delfín o una calavera, botones, o un hombre hoja. Las líneas rectas combinaban con una curva, una espiral; podía ser una raya en movimiento con inflexiones, ondulada, mixtilínea, era extraño encontrar una greca. Las líneas del cinturón, rara vez solas, se convertían en recuadros, o se entrecruzaban para acumular un elemento vegetal. Arriba de las ventanillas, el número de la linea con algunos puntos del recorrido, y por debajo el nombre de la empresa, preferentemente con tipografía gótica de fantasía. El zócalo liso.
En el fileteado aparecían zarcillos de acanto, festones con cintas o cornucopias. Acompañaba una mariposa, un pájaro, y no faltaban los angelitos. Era posible ver una cartela con alguna frase ingeniosa en la visera o en la puerta. Y según la inclinación de su dueño, la cara de un caballo, o el escudo de un club de fútbol; aunque extrañamente se podía ver alguna mascota. Allí estaba representada la cara de Gardel, de Sandro o de algún ídolo; también podía aparecer San Martín, la Virgen de Luján o el santo preferido. Casi siempre complementaba alguna flor, abierta de cuatro o cinco hojas, un pimpollo. No faltaba el Escudo Nacional, una bandera, o cintas argentinas, los números de la línea, y los de la unidad mas pequeños. Brillos, sombras o esfumados completaban la obra mas sofisticada.
La culata de alguno que vi, tenía puerta de emergencia con gotero en la parte superior. La luneta dividida en tres tomaba la parte superior de la puerta y los costados. A manera de paragolpes una chapa horizontal con tacos verticales de madera. En un Mercedes Benz con carrocería Ala, más moderno, la emergencia estaba resuelta con la luneta que podía despedirse entera.
Detrás y a la izquierda del parabrisas, la caja ramalera de rollo o de placas blancas con letras negras o rojas, indicaban el recorrido. La información era tan poco clara que hasta no llegar el coche a la parada no sabías si tenías que subir o no. Algunos colectivos tenían las placas en las banderas, mucho mas grandes y visibles. Después vinieron las giratorias de 4 caras que colgaban en lo alto del parabrisas.
Llamaban la atención, la enorme parrilla, las insignias sobre el capot, y en especial unas esferas cromadas colgando de cadenas. Encantaba ver el sutil temblequeo de las guías, tomadas del guardabarros o del paragolpes; unas terminaban con dados con puntos de luces de colores.
La exuberancia de chiches y faroles adicionales hablaban de la identidad que el dueño tenía con su cachorro. Cachorro que a veces se retobaba, y el chofer debía calentarlo cuando al detener el motor esperando largo rato para que pase el tren y levante la barrera.
Los espejos retrovisores externos, amarrados a un brazo, mas delicadamente llevaban un “toque” de filetes. Cerca, se ubicaban las agarraderas para el pasaje que eran de madera lustrada o nacaradas con soportes cromados; imprescindibles, a la hora de subir los escalones… y no te cuento cuando algún desalmado no te arrimaba al cordón de la vereda. 

 

Pesadilla

  Rebotando al despertar  Supo que andaba rodando En la velocidad de la noche  no advirtió que las ruedas eran mas grandes que su inteligenc...