Serie Regreso
En colectivo (1)
No podría llegar de otra manera. Baje
del colectivo.
Este no estaba tan destartalado como
aquellos de antaño, aunque también es bastante viejo. Lleva apenas
un filete de color, lo que me llamó la atención.
Es inevitable recordar los de mi
niñez, con fileteado en el capó, en los guardabarros, en la visera,
en las puertas, abajo o alrededor de las ventanillas, y en la culata,
en torno a las lunetas o en la puerta de auxilio. Me apasionaba
observar los “monstruos”: cabezas de dragones con los cuerpos que
se iban deformando, o con alas, cola de serpiente, patas de felino,
lengua bípeda, lanzando fuego por la boca. Quizás, un delfín o una
calavera, botones, o un hombre hoja. Las líneas rectas combinaban
con una curva, una espiral; podía ser una raya en movimiento con
inflexiones, ondulada, mixtilínea, era extraño encontrar una greca.
Las líneas del cinturón, rara vez solas, se convertían en
recuadros, o se entrecruzaban para acumular un elemento vegetal.
Arriba de las ventanillas, el número de la linea con algunos puntos
del recorrido, y por debajo el nombre de la empresa, preferentemente
con tipografía gótica de fantasía. El zócalo liso.
En el fileteado aparecían zarcillos
de acanto, festones con cintas o cornucopias. Acompañaba una
mariposa, un pájaro, y no faltaban los angelitos. Era posible ver
una cartela con alguna frase ingeniosa en la visera o en la puerta. Y
según la inclinación de su dueño, la cara de un caballo, o el
escudo de un club de fútbol; aunque extrañamente se podía ver
alguna mascota. Allí estaba representada la cara de Gardel, de
Sandro o de algún ídolo; también podía aparecer San Martín, la
Virgen de Luján o el santo preferido. Casi
siempre complementaba alguna
flor, abierta de cuatro o cinco hojas, un pimpollo. No faltaba el
Escudo Nacional, una bandera, o cintas argentinas, los números de la
línea, y los de
la unidad mas pequeños.
Brillos, sombras o esfumados completaban la obra mas sofisticada.
La culata de alguno que vi, tenía
puerta de emergencia con gotero en la parte superior. La luneta
dividida en tres tomaba la parte superior de la puerta y los
costados. A manera de paragolpes una chapa horizontal con tacos
verticales de madera. En un Mercedes Benz con carrocería Ala, más
moderno, la emergencia estaba
resuelta con la luneta que podía despedirse entera.
Detrás y a la izquierda del
parabrisas, la caja ramalera de rollo o de placas
blancas con letras negras o
rojas, indicaban el recorrido.
La información era tan poco clara que hasta no llegar el coche a la
parada no sabías si tenías que subir o no. Algunos colectivos
tenían las placas en las banderas, mucho mas grandes y visibles.
Después vinieron las giratorias de 4 caras que colgaban en lo alto
del parabrisas.
Llamaban la atención, la enorme
parrilla, las insignias sobre el capot, y
en especial unas esferas
cromadas colgando de cadenas. Encantaba
ver el sutil temblequeo de las
guías, tomadas del
guardabarros o del paragolpes; unas
terminaban con dados con puntos de luces de colores.
La exuberancia de chiches y faroles
adicionales hablaban de la identidad que el dueño tenía con su
cachorro. Cachorro que a veces se retobaba, y
el chofer debía calentarlo
cuando al detener el motor esperando largo rato para que pase el tren
y levante la barrera.
Los espejos retrovisores externos,
amarrados a un
brazo, mas delicadamente
llevaban un “toque” de
filetes. Cerca, se ubicaban las
agarraderas para el pasaje que
eran de
madera lustrada o nacaradas con
soportes cromados; imprescindibles,
a la hora de subir los escalones… y no te cuento cuando algún
desalmado no te arrimaba al cordón de la vereda.
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